Voy a someter a crítica unas ideas de Umberto Eco expuestas en su obra Tratado de Semiótica General, en la sección 0.8.2 bajo el título ‘La producción de instrumentos de uso’.
Según confiesa el propio autor a pie de página, su objetivo es describir al primer ser que elaboró un comportamiento semiótico. El hecho que sirve de base a su elaboración teórica es un determinado fenómeno antropológico: el uso de piedras por parte de los hombres para romper la corteza de las nueces (frutos de corteza dura). Pero Eco no describe este fenómeno antropológico ni mediante análisis descubre su contenido semiótico, sino que sencillamente se representa semióticamente el fenómeno antropológico en cuestión. Dicho de forma más didáctica: en vez de dejar que sea el propio hecho antropológico el que marque la pauta de su devenir teórico, le impone a ese hecho y por la fuerza un ropaje semiótico. Y así llega a la conclusión de que los utensilios de piedra son significantes y que su utilidad (su función) es el significado.
Empezaré por reproducir la primera parte de las ideas de Eco que someteré a crítica. “Si un ser vivo usa una piedra para romper una nuez, todavía no se puede hablar de cultura. Podemos decir que se ha producido un fenómeno cultural cuando: (i) un ser pensante ha establecido la nueva función de la piedra (independientemente de que la haya usado tal como estaba o de que la haya transformado en una porra puntiaguda; (ii) dicho ser ha DENOMINADO la piedra como ‘piedra que sirve para algo’ (independientemente de que lo haya hecho en voz alta, con sonidos articulados y en presencia de otros seres humanos); (iii) el ser pensante está en condiciones de reconocer la misma piedra o una piedra ‘igual’ a ‘la piedra que responde a la función F y que lleva el nombre Y’ (aunque no use nunca la piedra por segunda vez: basta con que sepa reconocerla, en caso necesario)”. Iniciaré ahora la crítica paso por paso.
1. “Si un ser vivo usa una piedra para romper una nuez...”. Si el objetivo de Eco es describir al primer ser que elaboró un comportamiento semiótico y lo encuentra en el hecho de que un ser vivo utiliza piedras para romper frutos de corteza dura, entonces estamos hablando del hombre de hace dos millones de años, donde los instintos todavía desempeñan un gran papel, el lenguaje está en sus primeros inicios de desarrollo, y donde nadie se comporta de acuerdo con los procedimientos de la Lógica formal.
2. (i) “un ser pensante ha establecido la nueva función de la piedra”. Si Eco no dice cómo el ser pensante ha establecido la nueva función de la piedra, poco nos dice. La palabra ‘establecer’ es tan general que sus sentidos son muchísimos. Formulemos la pregunta de otra manera: ¿cómo queda establecida una utilidad determinada (servir para romper frutos de corteza dura) para una o unas piedras determinadas? Barajemos dos posibilidades. Una posibilidad: utilizo hoy una piedra para romper la corteza de un fruto, y la guardo en un lugar seguro para usarla mañana con el mismo fin. De esta manera queda establecida una utilidad determinada para una piedra determinada. Y la otra posibilidad: en el lugar donde habitualmente rompo los frutos de corteza dura hay muchas piedras de similares características que pueden cumplir aquella función. De esta manera queda establecida una utilidad determinada para una clase de piedras determinadas. ¿Cómo ha quedado entonces establecida la utilidad (la función) de la piedra? Mediante las dos experiencias mencionadas, prácticas que repiten día tras día los miembros de una misma comunidad, pero nunca por medio de que un “ser pensante” lo haya establecido sin saberse cómo. Además al hombre de aquel entonces sería más adecuado denominarlo homo habilis que ser pensante.
3. “...(independientemente de que la haya usado tal como estaba o que la haya transformado en una porra puntiaguda) Como la segunda parte de la expresión me parece un poco arbitraria la modificaré un poco: (independientemente de que la haya usado tal como estaba o que la haya transformado en un utensilio más adecuado a su fin). Aquí haré uso de una idea de Juan Magariños, de alto valor normativo y que es una constante en sus discursos: hay que analizar un fenómeno semiótico determinado de una sociedad determinada en una época histórica determinada. Creo que Eco atenta contra dos de estas determinaciones. Usar piedras para romper frutos de corteza dura es un fenómeno antropológico determinado, y fabricar un utensilio de piedra para romper frutos de corteza dura es otro fenómeno antropológico determinado. El descubrimiento de la utilidad de los objetos de la naturaleza como herramientas pertenece a una época determinada de la evolución de la humanidad, y la fabricación de utensilios de piedra pertenece a otra época determinada. Por lo tanto, el fenómeno que investiga Eco no está determinado como tampoco lo está la época a la que pertenece ese fenómeno. Y en ausencia de esas dos determinaciones, uno puede representarse el fenómeno antropológico en cuestión de la manera que quiera. Y así en vez de rigurosos nos volvemos arbitrarios al enjuiciar los hechos.
4. “Dicho ser ha DENOMINADO la piedra como “piedra que sirve para algo””. Por denominar entiendo poner nombre a las cosas. Ahora resulta, según Eco, que el hombre de hace dos millones de años denominaba a las cosas por su función, esto es, por medio de nombres complejos y de proposiciones. Me cuesta mucho creer que los nombres de las cosas fueran en su origen juicios sobre la función de las cosas, y que así a los frutos se les denominara “cosas para comer”; a la lanza, “cosa para matar animales”; a las piedras de punta roma, “cosas para triturar plantas”, etcétera. ¿Quién puede creer que las cosas hayan ocurrido así? Pienso con total honestidad que Eco es aquí muy arbitrario.
5. “...(independientemente de que lo hay hecho en voz alta, con sonidos articulados y en presencia de otros seres humanos)”. Cuando los hablantes de una misma comunidad utilizan el mismo complejo fónico para nombrar un objeto determinado, dicho complejo fónico se convierte en el nombre de ese objeto determinado. Así que de lo que dice Eco entre paréntesis no entiendo dos cosas: una, cómo puede un objeto adquirir un nombre sólo mediante el concurso de un solo hombre, y dos, cómo puede un objeto adquirir un nombre que no sea por medio de sonidos articulados. Digo lo mismo que antes: Eco es muy arbitrario en sus afirmaciones.
6. “(iii) El ser pensante está en condiciones de reconocer la misma piedra o una piedra ‘igual’ a ‘la piedra que responde a la función F y que lleva el nombre Y’”. Creo que las categorías que mejor responden a este hecho son necesidad, medio de satisfacción y modo de satisfacción. El hombre para estar vivo necesita entre otras cosas alimentarse. Pero hay objetos de la naturaleza que se resisten a ser medios de subsistencia del ser humano, como es el caso de los frutos de corteza dura. Como esta corteza no puede ser partida con los dientes, el hombre necesita de una tercera cosa, un utensilio, para cumplir el fin que se propone. Así que dada la necesidad de un utensilio para romper la corteza dura de ciertos frutos, el hombre busca en la naturaleza ese medio de satisfacción, y lo encuentra en las piedras. Y el modo de satisfacción variará cuando en vez de buscar la utilidad en un objeto de la naturaleza fabrica la herramienta que contenga dicha utilidad. No se trata, como mantiene Eco, que hoy cuando veo una piedra la reconozco como igual a la piedra de ayer que cumple la función F y lleva el nombre Y, sino que hoy, al igual que ayer, necesito romper la corteza del fruto; y hoy, al igual que ayer, encuentro en las piedras el medio para satisfacer dicha necesidad. Repito la idea: dada la necesidad busco el medio de satisfacerla, y no dada una piedra descubro en ella el medio para satisfacer aquella necesidad. (Puedo decir “la utilidad de una piedra” o decir “la necesidad que satisface una piedra”, y así me expreso de forma concreta; mientras que Eco rehuye esta concreción y emplea, en el lugar de aquella, la expresión abstracta “función”. Y cuanto más abstracto es un término más se puede especular con él).
2 de enero de 2003.
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