1. Si puedes decir las cosas con cuatro palabras, no emplees veinte. No se explica mejor quien emplea el mayor número de palabras, sino quien escoge las más adecuadas y representativas. Quien te escucha siempre quiere ver lo que dices. De ahí que sea la representación de las cosas quien debe hacer gravitar a las palabras, y no al revés.
2. Sé claro y directo. Ve al grano y no te andes por las ramas. Aprende de la gente sencilla, que no ha tenido la oportunidad de atiborrarse de conceptos, y dice lo que siente y padece. Evita el estilo intelectual, que se aproxima las cosas a través de muchos rodeos y de manera tortuosa. Piensa que siempre hablas para personas no especialistas, así te esmerarás en la claridad y sencillez expositiva.
3. Ponte en el lugar de la gente. No digas lo que sientes sino escucha lo que dice la gente que siente. Conviértete en un órgano intelectual del mundo, donde los muchos se reflejan y se agitan, y no en un órgano de ti mismo. Uno aisladamente es poca cosa, pero como representante de los muchos se vuelve grande. Haz que las grandes causas y tendencias resuenen en ti. Tórnate fecundamente sensible.
4. Piensa en lo posible, no en lo imposible. Haz lo que puedes hacer y no pienses en lo que no puedes hacer. No te imagines un mundo distinto al que existe, sino esfuérzate en descubrir en este mundo los gérmenes de un nuevo mundo. Piensa que un nuevo mundo sólo se puede construir con partículas del viejo mundo. Así Marx, un profundo materialista, tiene sus raíces filosóficas en Hegel, un profundo idealista. Alinéate siempre del lado de los que más saben de las cosas, no del lado donde se encuentran los partidarios de tu misma línea filosófica. Hay que ser partidistas, pero no ciegos.
5. Si dispones de varias palabras entre las que elegir, selecciona siempre la más corriente y conocida, no la más “culta” y extraña. No trates de impresionar a nadie por medio de las palabras, trata sencillamente de exponer lo que sabes y cómo lo sabes. No busques diferenciarte de la gente haciendo uso de palabras que desconoce, sino usando las mismas palabras que ella. Busca la igualdad y no la diferencia en el hablar. Evita que la gente se haga con la impresión de que hablas de un mundo que no es el suyo, como si tus pensamientos brotaran de un suelo que no es el que ella vive y padece.
6. No adjetives en exceso. No pongas demasiados colores en el discurso. Piensa que lo central de la ideación está en los sustantivos, que de ellos proviene la máxima luz, y que un exceso de adjetivos terminará por volverlos opacos. La expresión más bella es siempre la más sencilla, no la más enrevesada. Piensa primero sólo en términos de sustantivos y busca la sintaxis más elemental, y después retócala, añadiéndole tal vez algunos adjetivos y complejizando la sintaxis. No inventes palabras nuevas, al menos que un nuevo concepto se abriera paso.
7. Busca la mesura en todo lo que digas. No debe haber sobresaltos. Debe haber continuidad, regularidad y ley. Piensa que lo orgánico es siempre superior a lo inorgánico, que la configuración natural es más bella que la configuración caprichosa. Evita la desproporción y la exageración. Imita a los artistas de la Grecia clásica, las figuras no deben ser ni demasiado grandes ni demasiado pequeñas, y no busques expresar lo interior con la deformación externa sino con la expresión refinada y pulida. Mide lo que dices.
8. De los grandes libros extraemos grandes ideas. Las ideas son como flechas. Y es necesario que tengamos el carcaj lleno de ellas. Pero es básico disponer de blancos, hacia donde dirigir las flechas, para así poder comprobar si acertamos o erramos. Sólo conociendo el blanco sobre el que queremos hacer diana, sabremos que flecha escoger y hasta que punto está dicha flecha bajo nuestro poder y dominio. Para lograr este propósito es conveniente cumplir con el siguiente requisito: habla de las cosas y no de los conceptos de las cosas. Cuanto más detalladamente conozca las cosas y cuanto más cerca las veas, más posibilidades tendrás de escoger la flecha adecuada y dar en el blanco.
Francisco, qué consejos tan sencillos y que difícil saber darlos. Cuánto viaje intelectual y cuánta tradición humanista se transparenta en estas palabras. Es una concepción amplia sobre la relación entre contenido y forma en la literatura y sobre la posición del escritor frente al público. Muchas gracias.
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